Cada 25 de noviembre, el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer ofrece la oportunidad de reflexionar sobre este mal y su impacto en la sociedad. Este año, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) advierte que las jóvenes enfrentan desafíos únicos relacionados con esta problemática, que afecta la salud mental.

La violencia contra las chicas se presenta en diversos entornos, tales como relaciones de pareja o de familia; espacios educativos; redes sociales y ámbitos laborales. Según datos de la ONU, una de cada cuatro mujeres de entre 15 y 24 años sufrió violencia física o sexual por parte de su pareja. Además, el ciberacoso y la violencia psicológica crecieron agravando los problemas emocionales y sociales.

Las jóvenes que experimentan violencia son más propensas a desarrollar trastornos como ansiedad, depresión y estrés postraumático (TEPT). Datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que el 35% de las mujeres víctimas de violencia en la juventud manifiestan síntomas de salud mental que pueden prolongarse durante toda su vida adulta.

La violencia de género no sólo genera daño físico. Algunas de las principales consecuencias son:

Trastornos de ansiedad y depresión: las jóvenes que enfrentan violencia suelen experimentar aislamiento, sentimientos de culpa y baja autoestima, lo que incrementa su vulnerabilidad a trastornos emocionales.

Estrés postraumático: situaciones como abuso sexual o violencia en el noviazgo pueden desencadenar TEPT, y dificultar el establecimiento de relaciones sanas y la recuperación emocional.

Aislamiento social: el control y manipulación emocional ejercidos por los agresores llevan a muchas jóvenes a desconectarse de sus redes de apoyo, agravando su sensación de soledad y desesperanza.

Autolesiones y conductas de riesgo: las víctimas a menudo caen en comportamientos dañinos, como las autolesiones o el abuso de sustancias.

Problemas de sueño y alimentación: las jóvenes expuestas a violencia pueden desarrollar insomnio, pesadillas recurrentes y trastornos de la alimentación.

El acoso en línea, conocido como violencia digital, tiene un impacto devastador en la salud mental de los jóvenes. Prácticas como el control a través de redes sociales, la sextorsión o el ciberacoso pueden generar ansiedad extrema, miedo al juicio social y aislamiento. Según datos de Unicef, el 58% de las jóvenes que enfrentan acoso digital presentan síntomas de depresión.

Para abordar esta problemática, es fundamental trabajar en la prevención y brindar apoyo psicológico accesible. Crear espacios de confianza en escuelas, universidades y comunidades permite identificar casos de violencia y actuar a tiempo. Además, promover relaciones saludables y cuestionar normas culturales que perpetúan la violencia son pasos esenciales.